Manchada con Tinta, nos envió un relato especialmente dedicado al PFE. Leelo, te vas a sentir identificado…
El Responsable
Desde la mañana temprano cuando el viejo ordenaba el cuartito, cuando comenzaron a llegar los árbitros, pudo percibir su presencia en el ambiente. En el rostro de cada jugador, en Lucho y Pablito planillando la final, metiéndole música y letra a un partido entretenido. En la onda que le pone Muro para posar y transformarse en la estampita del Richard en toperolas.
Rondaba desde temprano, con la llegada de algunas madres y de un patio lleno de pibes (¿en off side?). No lo sorprendió que el pelado Romero se arremangara para encender el fuego ni que se rebajara a tirar unos patys sobre la parrilla. Tampoco le extrañó que nadie se quejara de la bandeja improvisada con un cajón de manzanas. Había que llegar a cada pibe, a cada cancha, para compartir el menú de cada jueves.
Lo percibieron también en los preparativos de la fiesta. En cada pequeño detalle. En las palabras de Lucía y las imágenes de los pibes de Barrionuevo. En las ideas y los globos de Amenabar (con un banner detrás). En la conducción del maestro Pereira (con mayúscula). En los Carlitos que dejan el Comité pero que estarán siempre. En el perfil bajo del MVP Binner, en la onda de Germán y en el sueño de Walo que después de las 22 horas resistía por honor a la causa.
Supo encontrarlo en la conformación de la banda. El DJ al frente, José desde el banquito, el pela con la guitarra y Marianito con su armónica, le pusieron música a una noche distinta.
Su presencia se confirmó en las palabras de Bou. Necesitaron que un novato agarrara el micrófono dos minutos para desnudar el misterio. Estaba entre todos ellos porque es parte de cada uno de ellos. Porque alcanza con venir un par de jueves a jugar a la pelota, a encontrarse con amigos, a hacer terapia de grupo en la parrilla, para que él sin pedir permiso, se meta bien al fondo de cada uno y los marque con una mancha indeleble.
Estuvo ahí e hizo explotar el piso.