FECHA 10 (Por El asesor Pirincho)
Inevitablemente, la noche estaba teñida por la catastrófica derrota de la Selección Nacional. Las mentas a las madres del “comegordas” Agüero, de Wilfredo “salgo jugando” Caballero y hasta del propio Messi se entremezclaban con las últimas arengas de los capitanes y las indicaciones de los cuerpos técnicos.
Los jeques destinaron a este cronista al gran partido de la fecha: Alemania-Arabia. La expectativa era ciertamente grande. Por parte de los motivados saudíes cundía la ansiedad por comprobar dónde están parados en un cotejo diagnóstico. Con el silbato del árbitro se reveló la alineación inicial: el capitán en la valla, el férreo Pato Schmidt y “Cafú” Cybulka atrás, y Amieiro y Van der Heyden de punta. Por parte de la Mannschaft, una única duda: ¿dónde anda el capitán Della Santa? ¿En el gulag? ¿En alguna cárcel de Putin? Porque lo cierto es que de otros players que están en Rusia llegan noticias, un audio, alguna foto: pero del calvo goleador germano sólo hay rumores inquietantes. Así las cosas los germanos optaron por salir a la cancha con “ARA” Amenábar en la meta, los panzers Palma y Sconamiglio en la zaga, el policromo Ortiz al medio y en la delantera el debutante Jano Monticelli.
Apenas iniciado el primer tiempo quedó claro que sería un partidazo. Los árabes se plantaron en tres cuartos de cancha manejando la pelota. Como el horno no estaba para bollos, las salidas a lo René Higuita de ARA fueron reprimidas sonoramente por sus compañeros, que se replegaron sobre la muralla de sus “torres gemelas” y sacaban punzantes contragolpes. Tras algunos tanteos la estrategia pareció dar éxito: una buena escapada de Ortiz abrió el score para los germanos, que a punto estuvieron de marcar el segundo con Monticelli y su oficio para aguantar el balón. Confiados en su fútbol, con las entradas rotativas del mariscal Lascano, el veloz Lanari y Cachi Grassi los saudíes insistieron en el ataque, hasta que dos buenas combinaciones permitieron primero empatar a Amiero y luego al Flying Dutchman dar vuelta el marcador. El trámite parecía cambiar de manos. Pero Grassi debió salir por un golpe y, con algo de fortuna, el recién ingresado Repetto encontró el empate tras un rebote en un córner. Luego de que ambos teams probaran un par de veces más a los arqueros, el primer tiempo terminó empatado 2-2.
En el segundo período ambos equipos mantuvieron intacta la intensidad: los árabes insistiendo en el toque ofensivo y los germanos intercambiando golpe por golpe. Cada uno con su propuesta –más táctica la germana, más técnica la saudí– todos buscaban desequilibrar hasta que el trámite se fue “picando” por la reiteración de faltas, la multiplicación de córners y tiros libres y hasta un par de amarillas. Los palos detuvieron algunos ataques, los goleros algunos otros y los delanteros erraron ocasiones increíbles hasta que, faltando cinco minutos, Amieiro coronó una gran combinación de toques con un remate inapelable, y antes de que los alemanes pudieran recuperarse Van der Heyden selló el 4-2 final con un gran anticipo ofensivo a la Jürgen Klinsmann. Se cerraba así un partido disputado, con pierna fuerte pero leal, mucho grito, mucha atención, garra, aplicación táctica y bastantes pinceladas de buen fútbol.
Mientras los players se abrigaban y los alegres saudíes se dirigían a La Continental para continuar la concentración, este cronista pudo presenciar algunas viñetas de la inesperada pero espectacular victoria británica contra la Nigeria de Binner, y sobre todo un picante encuentro entre Argentina y Bélgica repleto de faltas, tarjetas, penales y mucha pero mucha charla entre argentinos y belgas, argentinos y argentinos, belgas y belgas, y entre todos y el árbitro: en medio de tanta histeria se vio no obstante una merecida victoria gaucha con buenas actuaciones del goleador Galimberti, el golero Janssen y la zurda elegante de Dani “Redrado” Martín.
Con el trasfondo de los últimos gritos, el audio del Cholo Simeone, mil y una versiones e insultos de todos los colores al payasesco Sampaoli, el frío se fue adueñando de la calle Maure mientras flotaba la sentencia fatídica: nadie, pero nadie, quiere jugar contra Croacia.