Con la misión de cubrir el esperado enfrentamiento entre los dos últimos invictos del PFE, tan demorado por las lluvias selectivas (sol – sol – lunes lluvia – sol – sol – jueves lluvia – sol), el cronista se calzó la bufanda y partió hacia la cancha 3, donde encontró gran revuelo en las tribunas. Por parte de los árabes, un conato de motín de Van der Heyden, autodeclarado en rebelión en elegante sport, pidiendo ir al banco: un oportuno llamado a Riad terminó con los jeques amenazando cortar manos, pies, piernas y cabezas, y con el astro saudí con los cortos en el centro del campo. Del otro lado, triunfadores aplastantes en todas las encuestas, los croatas tenían reservada otra sorpresa: una alineación diezmada. Luego de los serbios y montenegrinos, los más insultados por la afición eran los cracks ausentes, Fran “Dorys del Valle” Sánchez (por inyección misteriosa) y Lucho “Emilio Disi” Diez (las explicaciones estaban divididas: la mitad de los plateístas afirmaba que pretextó un viaje laboral a USA para escapar a la presión de ser EL candidato, y la otra que aprovechó un compromiso laboral para asistir al Gay Parade en Miami).
Durante el sorteo se produjeron algunos intercambios picantes, con Pancho “Anaconda” Mora echándole en cara a Van der Heyden “¡dijiste que no ibas a entrar, p…!” y la luminaria saudí prometiéndole a cambio un par de caños. Obligados por las ausencias a asumir un libreto más conservador, los croatas salieron con Mora en la valla y Perotti, Antao, Mayer y Vicente amontonados atrás, buscando calorcito, intentando de vez en cuando pescar algún contragolpe. Sin amilanarse por los pergaminos del rival, con su capitán en la meta, Lascano y el elegante “Cacho” Grassi en la zaga, los saudíes procuraron atacar con Van der Heyden y Lanari. En los primeros minutos cierta dispersión de los atacantes árabes, una marca disciplinada de los croatas y un par de grandes atajadas de Mora -querían hacerle goles de caño pero por alguna razón la pelota no pasaba entre las piernas- mantuvieron el score en cero, hasta que Lanari logró el primer tanto tras una buena jugada colectiva. Los croatas no se achicaron y salieron a buscar el empate, que Perotti consiguió con un gran pelotazo al ángulo. El técnico saudí buscó un revulsivo ingresando a Pancho “Lollo” Amieiro, que pagó rápidamente punteándole una pelota rastrera al guardameta croata.
Pese a que los eslavos se las ingeniaron para enhebrar un par de llegadas peligrosas, de a poco fueron perdiendo la pelota y las paredes a un toque entre Van der Heyden, Amieiro y Lanari fueron agrietando su defensa: para colmo padecieron dos apariciones fulminantes de “Cafú” Cybulka, que regresó del exterior con la voracidad goleadora intacta, y el prometido gol de caño de The Flying Dutchman. La rotación y la superioridad técnica de los saudíes, el tamaño de la cancha y la inoportuna lesión de Perotti -en una Croacia sin cambios- terminaron de inclinar la balanza para Arabia, que concluyó ganando 7-1.
Con todo el mundo persiguiendo las últimas bondiolas, los árabes se retiraron satisfechos por haber superado el escollo y los croatas de buen ánimo sabiendo que con sus cracks en cancha el trámite seguramente hubiera sido distinto. Tan distinto, acaso, como el asombroso empate 11-11 entre los altibajos de la Suecia de Re (¿extraña al “Bombardero” O’Gorman?) y la esforzada Inglaterra de Busso (gran dinámica de Martín y Villagrán). Mientras los espectadores se abrigaban y presenciaban goles de todos los colores, llegaban las primeras noticias del buen andar de Nigeria, Bélgica, Uruguay y la confiable Rusia de “Manicure” Tremonti, la confirmación de una Argentina plagada de potencial, la resurrección de México y una dura Alemania que volvió a instalarse entre los candidatos. Mientras la tabla de posiciones se altera, llega el invierno al PFE.
Cuatro palabras redactó el topo de la KGB comisionado en la noche de ayer al campo de juego esclavo. Vladimir, distendido, con un vaso de vodka en su mano derecha se alegró al recibir semejante noticia. Él sabía que tenía que darle la capitanía a Montú. El tipo sabe elegir. Y si tenía alguna duda respecto del muchacho que peina canas, el topo fue bien claro en hacerle saber que no se había equivocado. Otro acierto de Montú. Es cierto que este pibe no es un jugador convencional. Había verdaderas razones para dudar. Pero después de lo que demostró ayer en cancha 1 ya nadie volverá a dudar de este pibe Chaud.
El duelo contra el conjunto nipón, a casi ochenta años de la segunda guerra mundial se desarrolló en la cancha 1 a las 21.10 horas. Los nipones venían golpeados. Eso también hay que decirlo. Uno de sus jugadores lleva más de veinte días varado en el Mediterráneo, pobre hombre. Otro en tierra guaraní y un pobre hombre de campo con gripe. Los tres faltaron a la cita. Así es difícil que un equipo funcione. Sin embargo, con hidalguía los cinco nipones restantes se pararon para hacerle frente a los soviéticos. Ojo que los euroasiáticos tampoco tenían gente de sobra. Pudieron alistar a seis.
Desde entrada los rusos comenzaron con sus toques mágicos. Su arma mortal, el picante Chaud, conocido en otras latitudes como “Spicy”, dio un golpe de efecto incluso antes de que comenzara al encuentro. Este muchacho, que sabía que el arquero nipón, “shorcitos” Morasutti se destaca por su vestimenta no tradicional optó por redoblar la apuesta. Luego de perder más de una hora en pleno barrio de Once y habiendo expuesto su coche a una multa de las que más le gustan al guasón que gobierna esta ciudad, el picante consiguió munición pesada. Así le hizo frente a Mora con unas calzas militares pocas veces vistas. Hasta el barba Ortiz, habitué en el uso de calzas estridentes, las consideró muy arriesgadas. El impacto del resto de los jugadores fue tan grande que logró desconcentrar a propios y rivales. El DT ruso, también shockeado por el impacto de mal gusto, decidió dejarlo en el banco los primeros minutos.
En cancha y cuando el balón comenzó a rodar lo único que se escuchó fue un concierto ruso. Toque y toque. Los nipones no podían agarrar las marcas y los soviéticos tomaron ventaja por cuatro o cinco goles (en algún momento el corresponsal perdió la cuenta). Angelito, Horacio, el Pela y Karl (¿La barba es homenaje a Marx?) estaban imparables. Una única jugada feliz tuvieron los nipones. Fue un toque en pared entre JP y Guillo Zogby. El mayor de los nipones devolvió una pared con un toquecito digno del mismísimo Ricardo Bochini. Hermoso gol. ¡Qué lindo cuando Zogby se vistió del bocha por treinta segundos! ¡La cara de felicidad de ese muchacho!. La única macana es que durante los otros cuarenta y nueve minutos y treinta segundos Zogby volvió a ser Zogby, pero bueno, quien nos quita lo bailado.
Resultado final: Rusia 13, Japón 4.
Otra hermosa jornada futbolística.